Todos los niños deben ir a la escuela. Pero, para ingresar a ella, necesitan tener atados tres nudos importantes: el nudo a lo real, el nudo a lo imaginario y el nudo a lo simbólico de la vida. Su posición y su deseo ante el aprendizaje dependerá -en gran parte- de las particularidades de ese trabajo primario de anudamiento.
En este libro se toma del maravilloso mundo de la botánica una curiosa experiencia de parasitismo que sucede entre los árboles nothofagus (que habitan nuestro sur patagónico) y el hongo llao llao, y se la compara con las diferentes expresiones que suelen acontecer en ciertas experiencias infantiles.
Los efectos de una condición discapacitante, las complejidades a enfrentar en la cotidianeidad de las relaciones vinculares, la eventualidad de shocks traumáticos que puedan acontecer, y determinadas ideas, pensamientos o fantasías que un niño elabore podrán convertirse en parásitos psíquicos que lleguen a producir (al ponerse en marcha los mecanismos de defensa) detenciones o tropiezos en la construcción de su subjetividad, pilar fundamental con el cual se incorporan los conocimientos del mundo.
En tal sentido, como intento de dar respuesta a los interrogantes que van surgiendo, se propone una hipótesis: en la escuela, una maestra, un compañero, una portera o un profesional pueden convertirse en un cuarto nudo, dando garantías de sostén a aquellos niños que no han logrado atarse sólidamente a esos tres nudos primarios de la vida.