Como decía Santa Teresa en su época, también estos eran “tiempos recios”. La corona española estaba ya en decadencia, lo que no dejaba de hacerse sentir dolorosamente en las provincias ultramarinas de América. Por aquellos años, el espíritu de la llamada “Ilustración”, que se había introducido en España, cambiaba sustancialmente las perspectivas fundacionales de Hispanoamérica. Ya no eran los gloriosos Habsburgos quienes nos gobernaban sino los decadentes Borbones. Buena parte de los españoles se habían visto afectados por los embates ideológicos de la Revolución francesa, fuertemente inspirada en el espíritu de la masonería. Dicha ideología cambió sustancialmente el glorioso proyecto inicial sustentado por los Reyes Católicos, Fernando e Isabel. Ya era otra España. Uno de los síntomas de dicha decadencia fue la expulsión de la Compañía de Jesús de todos los dominios hispánicos, que prepararía la supresión universal de la Orden fundada por San Ignacio. Dichas medidas repercutieron dolorosamente en América Hispana, suscitando en cierta manera la idea de emancipación de la Madre Patria.
Es en ese contexto donde emerge la figura de María Antonia, la heroína que protagoniza el presente libro. Formada según el espíritu de la Compañía de Jesús, esta gran santiagueña recorrió los caminos de nuestra patria tratando de “suplir” a los jesuitas expulsados, continuando sobre todo la obra de los Ejercicios Espirituales ideados por San Ignacio. Terminaría su vida tras llevar adelante la edificación de la Casa de Ejercicios de Buenos Aires, donde acudirían varios de nuestros primeros próceres para practicarlos.
