‘Hay algo que caracteriza al texto que tenemos entre manos y que no es frecuente encontrar en obras de este tenor: aceptar el desafío de llegar hasta el borde mismo del saber en el campo psicoanalítico que indaga.
¿Cómo opera la función materna en su relación dialéctica con el Nombre-del-Padre?, ¿a partir de qué principios y en qué momento se establece la viabilidad o inviabilidad ‘para que se anude el deseo a la ley por un lado, y a su encarnadura por el otro’? La presentación del juego como trabajo del inconsciente en una dialéctica de oposición-resolución con el trabajo del duelo por la pérdida de la condición fálica del niño. La superación del dualismo psíquico-orgánico a través de la dinámica de la transferencia. La posición melancólica del niño como una de las puertas posibles de entrada en la psicosis o el autismo.
El juego como puesta en acto de la lengua como discurso.
El papel del analista como aquel que le permite al niño elaborar su pérdida fálica a través de producir su juego. El papel del juego como articulador principal entre el desarrollo y la constitución del sujeto.
Ciertamente no son estas las únicas cuestiones que el texto abarca, pero nos parece haber entre ellas un hilván de frontera: ese pasaje del saber al no saber y viceversa al que la clínica nos convoca de forma constante. Esos lugares donde la teoría más nos interroga de lo que nos responde.
Lugares que el texto que enseguida van a abrir no se amilana en recorrer’.
Alfredo Jerusalinsky