HomoSapiens • Año 2012
PRÓLOGO DE MARCELA GOENAGA
Es honra de los hombres proteger lo que crece.
A. Tejada Gómez
A través de sus páginas, el libro Las prácticas actuales en la Educación Inicial, nos conduce por un camino de reflexión, en el que teoría y práctica se conjugan en una pregunta desde la cual la autora nos convoca: «¿Nos estamos ocupando de lo verdaderamente importante?».
Las diversas ideas que integran la respuesta se van desarrollando a través del libro, abriendo nuevas preguntas que nos confrontan con el hacer cotidiano en las instituciones, con el acto educativo concreto, con la concepción de infancia, con la ética docente, a fin de encontrarle, como señala Laura, «sentido a las tareas y acciones, recuperando el placer por enseñar, el disfrute del ser docente y la mirada en los niños».
El niño de hoy y sus aprendizajes en relación a las propuestas de enseñanza y los educadores son el objeto central del desarrollo del libro; niños, familia y sociedad que cambian vertiginosamente, cambios de los que también el docente es parte como actor pero desde el lugar de sostener en sus manos la obligación de ser agente de transformación con la mirada puesta en el futuro. La presencia permanente del binomio niño-aprendizaje en estrecha relación con el binomio docente-enseñanza, en cada una de sus páginas expone una mirada ética hacia la infancia, reconociendo a los niños como sujetos de derechos, rescatando el rol de enseñante del maestro y la importancia de la construcción de lazos afectivos que posibiliten estos procesos.
A quienes se inician en la tarea de enseñar, su lectura los ayudará a encontrar caminos diferentes; a quienes ya estamos en ella —directivos, docentes y supervisores— nos abre las puertas a un proceso de análisis de lo cotidiano invitándonos a atrevernos a los cambios de aquellas prácticas y formatos que por repetitivos muchas veces se encuentran vacíos de sentido, a atrevernos a sostener y recrear aquellas prácticas y formatos que por su contenido son promotoras de nuevos aprendizajes y a atrevernos a crear nuevas prácticas y formatos que se adapten a la realidad de nuestros alumnos.
No se plantea desterrar abruptamente ninguna acción, ni siquiera «Al Señor Silencio» ni a «La lechuza que hace chist» ni «Al brochecito que viene volando», se trata de pensar por qué, cómo y cuándo incluirlas, dándole contenido a cada una de las prácticas, preguntándonos por qué necesitamos apelar a ellas. Desde esta mirada se plantean otras preguntas: ¿los chicos hoy están desinteresados o algunas propuestas no son significativas?, ¿cuál es la concepción que subyace a ellas?, ¿qué entendemos por límites, disciplina, sanciones?, ¿qué lugar ocupan los contenidos en la Educación Inicial?, entre otras. En suma, cómo concebimos la escuela, cómo concebimos el acto educativo, cómo concebimos al niño, cómo concebimos la tarea docente. Esta reflexión, nos propone la autora, debe construirse en el colectivo institucional, siendo este el espacio privilegiado para la toma de decisiones pedagógicas, las que cobran sentido cuando se «conforman como un espacio de encuentro y búsqueda compartida».
Desde este espacio colectivo se define el Proyecto Educativo Institucional, o Proyecto Institucional o Proyecto Escuela, el cual, desde cualquiera de los marcos teóricos a los que adhiramos, se considera una herramienta fundamental que le da «sustento a las diferentes decisiones cotidianas y fundantes de cada institución».
Pero este Proyecto Educativo, si bien construcción autónoma y colectiva, responde o debe responder a los marcos más amplios de las Políticas Educativas Nacionales y jurisdiccionales que se traducen en los Lineamientos acerca de la Enseñanza a Nivel Nacional (NAP) y en los Documentos Curriculares a Nivel Provincial o Jurisdiccional.
Los Diseños Curriculares prescriben, pero no determinan; esta afirmación que puede resultar contradictoria y de hecho genera tensiones, se aclara al momento de ponerlo en acción, cuando cada institución, sus docentes, no docentes y comunidad, construyen sus trayectos, sus itinerarios pedagógicos, sus formas de organización, sus estilos de comunicación; porque, como se señala en el Capítulo V, «si el documento curricular no «acompaña» y guía como una herramienta activa y abierta a las múltiples tareas de los protagonistas de la educación, pierde su razón de ser. Si no se lo interpreta como un instrumento factible de ser modificado, ya que es un «bien público» que pertenece a todos y a cada uno de los hacedores de la educación, pierde su función esencial…»
Desde esta concepción de Currículum, entendido como un documento abierto que orienta y transforma la práctica, la autora desarrolla las ideas acerca de la centralidad de la planificación y la evaluación, «andamios vitales», «articuladores de tareas», «organizadores del encuadre y la coherencia institucional», que deben conservar el carácter de «modificable», en tanto herramientas de trabajo, instrumentos de comunicación y fuentes de asesoramiento.
En la planificación áulica, como claramente define Laura, no se trata de copiar los contenidos; la tarea es mucho más compleja, tan compleja como es la realidad. El docente debe seleccionar las metas y los contenidos, integrarlos y articularlos entre sí en Unidades Didácticas, Proyectos,
Secuencias Didácticas, diseñar las propuestas de actividades y pensar en las estrategias de evaluación. En suma, planificar es prever y comunicar, porque es el lugar en el que se pone en juego la intencionalidad docente que no puede estar ausente; el espontaneísmo y la espera vacía de que algo suceda, como se define en el libro, cercenan la creatividad.
En el Capitulo VI se presentan distintas formas de organizar las propuestas, destacando la modalidad de taller, que por la especificidad de su dinámica combina el trabajo individual, en pequeños grupos y en grupo total, promoviendo la reflexión y el trabajo conjunto «aprendiendo desde el placer y el juego».
Retomando uno de los primeros temas que se desarrollan en el libro, por entenderlo como central en este momento de la sociedad y de la Educación Inicial, menciono la necesaria recuperación del juego que la autora menciona, porque es un derecho de la infancia, porque a través del juego se aprende, se comparte, se comunica, y porque está inscripto en el mandato fundacional del Nivel Inicial.
Teoría y práctica transversalizan toda la obra; sugerencias para la práctica en el aula, ejemplos concretos, narración de experiencias docentes, análisis de situaciones escolares reales, preguntas que abren la reflexión, hacen de este libro un elemento fundamental para que los docentes y aquellos que están por serlo, repiensen los sentidos, comiencen a «desanudar esta madeja enredada» y encuentren alternativas posibles.