…Hablo a las paredes –vociferaba Lacan. Frase más que oportuna para ilustrar la función de sostén que el habla provee al cuerpo en tiempos en que la pandemia obliga al confinamiento. Por algo “la angustia es la sospecha que nos asalta de que nos reducimos a nuestro cuerpo” decía en 1974. Es que el cuerpo es una superficie de inscripción cuya función de sostén radica en sustraerse de la marca que lo determina y despedaza. “Se me fue el alma a los pies”; “me partió en dos”; “se quebró”; “me cortó el rostro”; son algunas de las frases que testimonian el punto. De esta manera, nos creemos ser un cuerpo cuando en realidad apenas lo tenemos porque hablamos, y hablar siempre supone un Otro, aunque sea la pared. […] Si el cuerpo propio no alcanza a inscribir todo el goce, la función del analista en el dispositivo no es otra que la de escenificar esta disyunción entre el cuerpo y ese exceso de satisfacción que porta el síntoma. Así el practicante juega una partida de presencias y ausencias que hace del cuerpo “mesa de juego”, como refiere Lacan en Radiofonía. Concepto que tuvimos la fortuna de encontrar cuando redactábamos nuestro texto sobre “Gambito de Dama”, aquella serie en que el saber inconsciente de la ajedrecista tramita una disputa que le permite triunfos resonantes, si bien con gran costo subjetivo (recordar las escenas en que Beth yace en la cama mientras un tablero imaginario pende del techo). Lo cierto es que, en el ser hablante (parlêtre), el que decide el juego que se juega es el tablero, o sea: la mesa del cuerpo. Cuestión que abona nuestra hipótesis según la cual, en Lacan, la concepción del cuerpo determina la dirección de la cura.
Párrafos extraídos de la defensa oral de la Tesis “El cuerpo en Lacan: enseñanza y dirección de la cura”