Acompañar a alguien en la fase final de su vida, al igual que cuidar a un bebé hasta que es capaz de defenderse por sí mismo, es probablemente el acto de generosidad y amor más sublime que pueda hacerse por otro ser humano. Son procesos sagrados. Con la misma ternura con la que se recibe a un recién nacido, así se debe cuidar a quien está muriendo. Dándole la mejor atención, creando una sensación de paz y seguridad, y siendo capaz de hacerlo con la misma paciencia y el mismo amor incondicional».
Estas palabras de la autora,doula del final de la vida, nos adentran en un mundo hasta ahora tabú que ha llegado el momento de superar. Para ello nos ofrece información y herramientas que nos enseñan a trabajar la aceptación de nuestra propia muerte y de la de quienes nos rodean. Un libro imprescindible para cuidadores, familiares y gente con vocación de ayudar.